Ataco


La población de Ataco tiene origen precolombino y fue creada por Náhuas de Kuskatan en el centro de la sierra de Apaneca.
Por argumentos del arzobispo don Pedro Cortés y Larraz, Ataco pertenecía en 1770 a la parroquia de Ahuachapán y su población estaba representada por 303 familias con 784 personas indígenas que hablaban el idioma náhuat, a su vez estas personas hablaban y comprendía también el castellano. 
En el periodo colonial Ataco perteneció a la administración de la provincia de Izalco o alcaldía mayor de Sonsonate.




El silencioso y acogedor pueblo de Ataco pinta de muchos colores y es que al caminar en sus calles adoquinadas verá en cada lado, en cada esquina, una diversidad de negocios, restaurantes, cafés, ventas de artesanías, y otros que están pintados y decorados de una forma muy alegre, pero de forma armoniosa. Por la noche parece ser un destino cosmopolita, preparado para acoger a turistas y visitantes de gustos muy exigentes, ya que es un digno sitio que combina nuestras raíces y momentos de disfrute de la mejor comida y el entretenimiento.
Como parte de las ciudades que conforman la Ruta de las Flores, Ataco ofrece un contacto cara a cara con la naturaleza y ofrece actividades similares a las de los pueblos aledaños, como festivales gastronómicos.

Ataco se ha convertido en un destino auténtico, más elaborado y muy rico en cultura, pero también tiene toques de comodidad y modernidad. Hoteles con espíritu de casa de familia o sitios para hospedarse que dan la oportunidad de acercarse al corazón del campo, a través de visitas a beneficios de café o cabalgatas en medio de bosques, permiten acoger a quienes desean pasar uno o varios días en el sitio. Restaurantes y cafés de primera invitan a tomarse un buen vino, un café de olla o un exquisito refresco, acompañados de un platillo típico o de un menú internacional.
Galerías de arte y centros de artesanías con una amplia gama de detalles que impresiona y seducen, completan el rompecabezas de las calles empedradas, los faroles, las casas de llamativas tonalidades y las bancas dispersas por el pueblo, esperando a quienes quieren ver pasar la vida desde otra perspectiva.

Reconocido desde siempre por sus telares de palancas y por sus ebanistas, expertos en transformar la madera en delicadas figuras religiosas, y ese aire de antaño que lo distingue del resto de pueblos que forman la Ruta de las Flores.

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